Wednesday, November 10, 2010

He Was Everything She Was Not



He was everything she was not. She was not a man, a religious leader, nor even a Jew. In cultural retrospect, no one would have expected much from her. Yet she engaged Jesus in one of the most spiritually insightful conversations in Scripture.

Jesus stopped at Jacob’s well to find respite, the woman to quench her thirst. Interestingly, each discovered what they were looking for that day, albeit not in the manner expected. Jesus’ request for water prompted the woman to ask questions concerning acceptance and propriety. These gave way to inquiries pertaining to appropriate worship and then ultimately to her recognition and acceptance of who Jesus was.

For his part, Jesus responded thoughtfully to the woman’s every question and concern.  He was not patronizing nor condescending. On the contrary, his responses suggested that he considered the woman capable of comprehending and assimilating spiritual truth. Notably, the Samaritan woman was the first person to whom Jesus clearly stated, “I am the Messiah.” The Samaritan woman had a startling encounter with the truth that day and consequently many Samaritans believed because of her testimony.

She was a woman, an outcast, and a Samaritan. By all appearances, she was everything he was not. Yet her encounter with the Christ that day revealed a woman of substance. She was a child of God, a theologian, and an evangelist. Clearly, she was everything he expected her to be.


Él Era Todo Que Ella No Era


Él era todo que ella no era. Ella no era hombre, una líder religiosa, ni siquiera judía. En retrospectivo cultural, nadie habría esperado mucho más de ella. Sin embargo, ella ocupó Jesús en una de las conversaciones más profundas anotadas espiritualmente en la Escritura.

Jesús se detuvo en el pozo de Jacob para encontrar respiro, la mujer para satisfacer su sed. Interesantemente, cada uno encontró lo que ellos estaban buscando eso día, aunque no en la manera esperada. La petición de Jesús para agua indujo a la mujer para hacer preguntas sobre la aceptación y el decoro. Condujeron a preguntas sobre el culto apropiado y pues el último a su reconocimiento y aceptación de quien era Jesús.

Por su parte, Jesús respondió pensativamente a cada pregunta y la preocupación de la mujer. Él no era condescendiendo ni menospreciando. Al contrario, sus respuestas indicaron que él consideraba la mujer competente de comprender y asimilar la verdad espiritual. Notablemente, la mujer de Samaria era la primera persona a quien Jesús dijo claramente, “Soy el Mesías.” La mujer de Samaria tuvo un encuentro sorprendente con la verdad ese día y por consiguiente muchos de los samaritanos creyeron por su testimonio.

Ella era mujer, una marginada, y una Samaritana. Según todas las apariencias, ella era toda que él no era. Sin embargo, su encuentro con el Cristo ese día reveló una mujer de la sustancia. Ella era una hija de Dios, teóloga, y evangelista. Claramente, ella era toda lo que él esperaba que ella sea. 

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